Pueblo blanco, guiso de greda, yeso, cal y geranios, con una pizca de sal de manantial. Calles estrechas, vestidas de balcones floridos, Hinojares es la puerta de entrada a un mundo preñado de contrastes y belleza, diverso y rico, ejemplo sin igual de la convivencia de Hombre y Naturaleza durante milenios, donde esta permanece preservada, viva y luchadora.

En la actualidad, Hinojares, es el municipio jiennense con menor numero de habitantes: 400 residentes en el año 400 residentes en el año 2001. La mayor parte de la población vive en el pueblo, que se divide en tres barrios. El Barrio Bajo, el núcleo más antiguo, danza al son del agua de sus dos manantiales, la Fuente de la Ranas y la de su mismo nombre. En él se sitúan los edificios mas emblemáticos de la localidad, como el del Ayuntamiento, austero, coqueto y recogido, como la plaza que preside, y la iglesia Parroquial de San Marcos (s. XVII) que albergan un hermoso retablo renacentista. Sin embargo, en lo arquitectónico, el arte popular de las sencillas moradas de sus vecinos es lo mas destacable. Algunas de las viviendas tradicionales se conservan muy bien, preservando su espíritu originario. De gran valor etnológico, en la parte superior de este barrio, encontramos las casas cuevas más añejas de la localidad, las “cuevas Viejas”, ya citadas por el marqués de la Ensenada en 1751, e inmortalizadas en sus lienzos por el genial Rafael Zabaleta en la primera mitad del siglo pasado.

El Barrio Alto, abrazado al río en el inicio de la vega sobre la que se apoya la población, gira en torno a otra fuente ancestral, que lleva su nombre, situada en la Calle Real. La mayor parte de las casas se sitúan a la derecha del cauce. Unidas por un puente estrecho y curtido por el tiempo, unas pocas viviendas y apriscos, y algo más arriba, un rincón junto al cauce que se utiliza como abrevadero desde el medievo. Las construcciones populares, unidas a huertos familiares en su mayoría, también guardan la interesante arquitectura etnográfica popular del resto del municipio.

Arriba, en la ladera donde surge la Sierra, coronando los dos núcleos antiguos, a mediados del siglo XX, cuando el municipio llega a su máximo esplendor población, surge un tercer barrio, las Cuevas Nuevas, donde, aprovechando la naturaleza del terreno, se desarrollan las viviendas troglodita que habían surgido siglos antes en la localidad. A la vez que llegan los avances, a las cuevas se le adosa un cuerpo de casa, configurando un sistema mixto muy singular, que le da gran confortabilidad al habitáculo. Son viviendas termo-aisladas, que conservan la temperatura invariable a lo largo del año (18-22º C). Dentro de la cueva, el nivel de ruidos que llega del exterior es cero.

El Río Turrillas vertebra la vida, la geografía y la historia del municipio. Sus dos aldeas custodian al cauce; en su cuna, cuenca, y en su muerte, Arroyo molinos, donde confluye con el Río Ceal. La primera, de aire montañés, es la única habitada de la actualidad. La mayor parte de las fincas se ubican alrededor de las siete fuentes, donde nace el Río y el Valle, a los pies de la «Vinatera´´, cascada temporal y talismán de buenas cosechas. Se encuentra a una legua del pueblo, a la derecha del al carretera vieja de Quesada, el camino que utilizan los peregrinos para llegar, andando a venerar a la virgen de tiscar, madre de la sierra. Bajo su santuario levantan dos aldeas serranas de extraordinaria belleza: Las Casillas de Don Pedro y Belerda, ambas pertenencias a Quesada.

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