Fiestas

Tiene Hinojares por patrón a San Marcos, cuya festividad se celebra el 25 de abril, en la que se procesiona al santo evangelista con una torta en su brazo izquierdo, representación de las muchas que al finalizar la ceremonia religiosa son repartidas entre propios y extraños, como un viejo y ancestral rito de caridad comunal, y que son costeadas por el erario municipal. Hasta hace medio siglo era costumbre que el Santo Patrón no procesionará solo por las calles de Hinojares, acompañándolo la imagen de San Blas.

A finales de septiembre se celebraban, hasta la década de los ochenta del siglo XX, las fiestas en honor del Santo Cristo del Perdón, fechas en las cuales ya habían terminado las faenas agrícolas del verano. Pero las nuevas costumbres agrarias, entre ellas el hecho de realizarse en ese tiempo la vendimia en otras tierras a las que acudían bastantes vecinos de Hinojares, hizo que este festejo se mudara a los días 21, 22 y 23 de agosto.

Pero el ciclo festivo de esta villa serrana comienza con San Antón, fiel a las costumbres festivas con las que los pueblos de Jaén han organizado sus tareas agrícolas de antaño, donde desde antiguo ha sido tradicional festejar a San Antonio Abad, protector de los animales que nos aliviaban la siempre pesada carga de las faenas del campo. Para esa fecha, desde siempre, se han encendido lumbres junto a las cuales se ha cantado y se ha bailado, se ha comido y se ha bebido, constituyendo en sí el último acto con el que se cerraba la Navidad –“Hasta San Antón, Pascuas son”, dice el viejo adagio popular–.

Febrero comenzaba, y comienza, con la fiesta de la Candelaria, donde al toque de ánimas volvían a encenderse hogueras, rito que se encuadra dentro del sentido purificador que de siempre ha guardado esta celebración con la que se conmemora la Purificación de María y la Presentación de Jesús en el Templo. En Hinojares quedó la costumbre de celebrar una procesión en la que la imagen mariana se acompaña de los tradicionales pichones que rememoran los que era preceptivo presentar en el Templo de Jerusalén por las mujeres que habían dado a luz. Junto a ellos se procesiona también una gran torta decorada que es rifada cuando acaba el festejo.

Curiosa es la antigua tradición carnavalera de “los bordos”, frutos de la anea con la que una vez trenzada se hacían los “culos de las sillas”, y cuyas largas tiras frotaban los mozos hasta que soltaban una pelusa blanca y pegajosa que quedaba fuertemente adherida en el pelo y el vestido de la moza a la que querían demostrar su amor, siendo motivo de orgullo para las madres de las mozuelas el que sus hijas trajeran prendidos gran cantidad de “bordos”, lo que ponía de manifiesto la gran aceptación y predicamento que tenían sus pupilas ante los muchachos del pueblo.

Pero son los actos que han celebrado en esta villa durante la Cuaresma y la Semana Santa los que la han dotado de una peculiar singularidad. Así, el Miércoles de Ceniza, o algunos viernes de la Cuaresma, es tradición que se canten las antiguas “coplas del Vía-Crucis”, cuartetas cuyo origen se pierde en la poesía popular del Siglo de Oro, las cuales son interpretadas por un solo individuo en cada una de las estaciones penitenciales, a veces acompañado por unos pocos instrumentos musicales, mientras el Cristo crucificado es portado a hombros en posición tendida. En Semana Santa se representaban en la plaza de Hinojares los llamados “Tribunales”, pieza popular del teatro sacro llevada a cabo por vecinos del pueblo y compuesta de diez cuadros que comienzan con “La Venta” de Jesucristo por parte de Judas, y tiene como parte central las comparecencias de Cristo ante los tribunales de Anás, Pilatos y Herodes hasta ser sentenciado de muerte. Desde 1986 esta representación sufrió una “actualización”, acorde con los tiempos que corren, perdiéndose su carácter anual, si bien se están haciendo intentos serios de recuperarla para el ciclo anual festivo y, sobre todo, para la riqueza cultural de nuestra provincia.

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